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orquídea. En cuanto a las flechas, sirve cualquier madera recta y
ligera... el sándalo, por ejemplo. Hay que evitar las pesadas, tienen
buenas cualidades de penetración, pero se reduce indebidamente el
alcance.
-¿Pero de qué estás hablando?-pregunté, después de oírle un rato.
-De arcos-dijo sencillamente Padre-. Sé que es adelantarse un poco a la
época, pero tenia que intentarlo. Wilbur os ha proporcionado las
boleadoras, lo sé; y me atrevo a decir que Oswald descubrirá el principio
del boomerang cuando empiecen a salirle varices en las piernas como a mi.
Esto, sin embargo, es el arma definitiva. ¿Quieres ver?
E inmediatamente, Padre cogió el primer arco hecho por el hombre. Era un
tosco objeto de algo más de un metro, más doblado en un extremo que en el
centro, con varios nudos sin pulir, y una cuerda que se estiraba
atrozmente. ¡Sin embargo funcionaba! Le ajustó un prototipo de flecha,
tendió la cuerda y la soltó. El proyectil salió disparado y cayó al suelo
a unos treinta metros de distancia.
-Puedo hacerlo mucho mejor -dijo Padre, gozoso de mi asombro-. La cuerda
se afloja. Prueba tú una vez.
Tras varios intentos fallidos, disparé una flecha a treinta metros.
-Bueno, dime, ¿qué piensas?-dijo Padre . Recuerda que es sólo el
principio.
-Las posibilidades son magníficas, Padre -dije sombrío. Y miré al viejo
con tristeza. Aquello era el fin. El fin absoluto.
-Haremos una gran fiesta para celebrarlo -dijo Padre.
-La haremos -dije yo, pesadamente.
-Quería enseñárselo primero a Oswald continuó Padre-, ya que pertenece
más a su departamento que al tuyo, pero ya sabes que hoy anda cazando y,
claro... Tenía que enseñárselo a alguien.
-Yo se lo diré a Oswald dije. Y se lo dije. Y también a Griselda.
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Era evidente lo que teniamos que hacer. Sólo bastó una demostracion del
arco y la flecha para convencer a Oswald. El era con mucho el mejor
cazador del territorio, y ganaba a correr y con la lanza a todos los
otros.
-Cuando todos tengan una cosa de éstas, Oswald -fue todo lo que tuve que
decir-, todos serán tan buenos cazadores como tú. No habrá ni mejores ni
peores. Ya no servirán de nada fuerza y habilidad.
-Será el fin del auténtico cazador. Cualquier tipo con un arco y un
puñado de flechas podrá abatir piezas de caza mayor-dijo Oswald-. Qué
demonios pensaría Padre para... bueno, ¿qué vamos a hacer?
-Me temo que lo que hagamos habremos de hacerlo muy pronto-dije-. ¡Os
acordáis del fuego?
-¡Santos megaterios! ¡Seria espantoso! Tienes que pensar algo, Ernest.
-Ya lo he pensado-dije;
-Bien, dime, ¿qué pensaste?
-En la próxima prueba -dije- habrá un accidente.
Oswald se puso muy pálido.
-Quieres decir que...
-¿Se te ocurre una idea mejor?
-Pero...
-Lo sé-dije-. Lo sé. Pero ya es un viejo. No va a durar mucho más.
Tendría que haberse retirado hace tiempo, pero ya sabes cómo es. La
verdad, Oswald, es que se trata de una obra de caridad. Estará mucho
mejor en los felices territorios de caza. ¡Que allí juegue con arcos y
flechas! Será doloroso para los demás, me atrevo a decir, pero no para
él... le quedan pocos años en el mundo del no sueño. Y las varices de las
piernas le molestan mucho.
-Conozco tus teorías-dijo Oswald, lentamente-. Que no morimos. Que
pasamos a otra vida. Esto es un consuelo en esta ocasión... ante este
doloroso deber. No me gusta, pero me parece que tienes razón. Debemos
proteger a los demás.
-Bien dicho, Oswald -dije con calor. Mi hermano estaba cada vez mejor,
con el paso de los años aumentaban su experiencia y su sentido de la
responsabilidad.
-Yo lo prepararé todo añadí.
-Luego podemos ocultar el asunto -dijo Oswald, asintiendo.
-Digamos... mantenerlo en la lista secreta -contesté suavemente.
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Oswald sugirió unas cuantas mejoras insignificantes al arma, no recuerdo
cuáles exactamente, pero se referían a unas plumas que había que colocar
en el proyectil, según creo. A Padre le agradó mucho.
-La invención es trabajo de equipo-declaró.
Las primeras pruebas se desarrollaron con éxito, pero cuando me llegó el
turno, algo fue mal con el arco, las plumas se desprendieron o la flecha
estaba doblada, y Padre se metió tontamente en medio intentando recoger
su propio arco. Cayó sin un murmullo.
Fue una sensación extraña el no oír a Padre pronunciar el discurso al
final del banquete. Pero yo estaba seguro de que él habría deseado que yo
dijese unas palabras, y lo hice. Hablé del deber que todos teníamos de
consagrarnos a ser verdaderamente humanos, del ejemplo que él nos había
dado, y de la necesidad de compaginar el progreso y previsión. Casi le
sentía dentro de mí, formando las frases y sugiriendo las conclusiones.
Me senté entre aplausos, y la pobre Madre se deshacía en lágrimas.
-Parecías exactamente tu difunto Padre -dijo-. Sólo espero que seas algo
más cuidadoso que él.
Así fue el final de Padre en la carne, hijo mío, un final que habría
deseado él mismo: caer víctima de un arma realmente moderna y ser
devorado de forma realmente civilizada. Aseguramos así su supervivencia,
en cuerpo y en sombra. El vive, continúa viviendo, dentro de nosotros,
mientras su sombra interna persigue elefantes del sueño en los
territorios de caza del más allá. No me sorprende en absoluto que le
hayáis encontrado allí una o dos veces, ni que os impresione tanto el que
esto sucediera. Pero, como veis, él tenía su lado bondadoso y amable.
Fue, nos complace pensar, el hombre-mono más grande del Pleistoceno, y
eso es decir mucho. Os conté esta historia para que sepáis hasta qué
punto le debemos los servicios e instrumentos que nos rodean. Tuvo sin
duda una mentalidad más práctica que especulativa, pero no olvidemos su
inquebrantable fe en el futuro, ni olvidemos tampoco que al morir ayudó a
dar forma a las instituciones sociales básicas del parricidio y la
patrifagia, que dan continuidad tanto a la comunidad como al individuo.
No hay duda de que él fue el árbol más poderoso del bosque, y haréis muy
bien en recordarlo cuando paséis ante él. Quizás él piense en vosotros.
Pero no hay duda de que él no fue quien hizo el mundo. ¿Quién lo hizo?
Pienso que eso es una cuestión muy distinta, en la que no puedo entrar
ahora.
Por una parte es muy complicada, e incluso muy polémica. Y por otra, ya
hace mucho que deberíais estar en la cama.
FIN DEL PLEISTOCENO
173 [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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