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A Ender le gustaba alardear de haber salido de situaciones peores que aquella. Sin
embargo esta vez no veía salida.
Pero no le cogerían sin luchar.
- ¿Qué vamos a hacer, tío Ender? - preguntó Nikki, desde el asiento de al lado.
Ender contempló a la pequeña en silencio. Meses atrás había jurado a su madre que la
mantendría con vida. Ender frunció el ceño. No iba a dejar que la niña muriera en mitad
de ningún sitio. No iba a dejar que nadie muriera.
Sólo los Imperiales.
- Vamos a irnos a casa, cielo - contestó Ender devolviendo la vista a los controles.
Keyan entró en ese instante en la cabina, justo a tiempo para ver a Ender poner rumbo
hacia el crucero de interdicción. No era la primera vez que le veía hacer eso, y no por ello
le gustaba más.
- ¿Qué estás haciendo? - exclamó -. ¿No irás a enfrentarte a ellos?
- Si no acabamos con ese interdictor jamás saldremos de aquí. No podemos dejar atrás
a esos cazas y tenemos el hiperimpulsor averiado, ¿recuerdas?
- Es una locura&
- Si se te ocurre algo mejor, dilo.
Por desgracia, no se le ocurría nada mejor. Miró a su hermana, quien le devolvió la
mirada con ojos preocupados, y luego a Nikki.
- Nikki - dijo Keyan -. Ven conmigo a la sala de máquinas. Me ayudaras a reparar el
hiperimpulsor.
- ¡Bien!
- Buena idea& - dijo Ender. Al menos, si las cosas salían mal, la niña no se enteraría.
Ender armó sus juguetes más recientes y se dirigió hacia los generadores de escudo
del interdictor.
La fiesta empezaba ahora.
- Señor, el carguero no identificado ha alterado su rumbo y se dirige hacia el Paladín -
anunció un controlador en el puente del Sombra Gris.
- ¡Ilusos! - murmuró Krooz -. ¿De veras creen poder hacer algo contra él? - luego
añadió en voz alta -: ¡Apunten las baterías turboláser del Sombra Gris hacia esa nave y
vaporícenla! ¡Que el Paladín continúe con sus órdenes actuales!
- Sí, señor.
Ender lanzó el Anaconda a toda velocidad hacia el crucero de interdicción que estaba
bloqueando su huida al hiperespacio. Una vez que fijó el rumbo comenzó a realizar
ajustes en el sistema de puntería. Rai, sentada a su lado en el asiento del copiloto, le
miraba con cierto nerviosismo, sin saber qué hacer o a qué atenerse.
Ender terminó lo que estaba haciendo y devolvió su atención a los controles de vuelo.
El Destructor clase Victoria estaba maniobrando para disparar contra ellos y los cazas TIE
no les perdían de vista.
- Ender& - se atrevió a decir Rai -. ¿Qué vas a hacer?
- Esta nave tiene un par de trucos en la manga, bonita. ¡Les vamos a dar un susto que
no olvidarán!
Rai asintió en silencio, sin saber muy bien qué quería decir Ender. Ender la miró con el
rabillo del ojo y se dio cuenta de que la chica estaba preocupada. Era lógico.
- Tengo en la bodega cuatro preciosos torpedos de protones de carga avanzada que
robamos de un transporte imperial hace ya tiempo - dijo Ender -. No los había usado
nunca, pero creo que ha llegado el momento. Con ellos destruiremos los generadores de
escudos del interdictor.
Un nuevo impacto de láser sacudió al Anaconda, los debilitados escudos estaban a
punto de caer y Ender lo sabía.
- Pero& ¿Cómo vas a acercarte a esa mole sin ser destruido?
- Con mi mejor truco&
- Nave no identificada a tiro, señor.
- Fuego a discreción, teniente.
- ¡Ender! - exclamó Rai -. ¡Nos están disparando!
En efecto. Enormes haces verdosos comenzaron a surgir del Sombra Gris por todas
partes.
- Entonces, ¡ahora! - gritó Ender, y dio un salvaje tirón a los controles.
El Anaconda describió un amplio rizo para burlar la puntería de los artilleros imperiales
y Ender aprovechó esos escasos segundos de ventaja para bajar una palanca de mando
con furia.
El Anaconda desapareció del universo.
Ender describió un rizo hacia atrás. Los cazas TIE que les perseguían pasaron por
debajo de ellos sin alterar su rumbo. Ender terminó el rizo y se plantó detrás de los cazas,
los cuales parecían volar desconcertados.
Rai miró a Ender sin entender lo que estaba sucediendo. Este se limitó a sonreír y puso
rumbo de nuevo hacia el Paladín.
A bordo del Sombra Gris, la súbita desaparición del Anaconda tampoco había pasado
desapercibida.
- ¡Señor! ¡El carguero ha desaparecido de nuestras pantallas! ¡No aparece en ninguno
de nuestros sensores!
- ¿Qué tonterías está diciendo, alférez?
- No está, señor. Los sistemas de puntería no lo pueden seguir.
- Señor - anunció otro controlador -. Nuestros cazas informan que han perdido contacto
con el blanco y están intentando localizarlo visualmente.
- Capitán - sugirió el teniente Xeron -, tal vez posean un dispositivo de camuflaje.
- ¿En un carguero de ese tamaño? No lo creo. Debe tratarse de algún tipo de campo
de interferencias.
- ¡Están allí! - señaló Xeron - Hay contacto visual. No podrán mantener ese campo
durante mucho rato. Lo más seguro es que traten de aprovechar que nuestros turbolásers
no pueden adquirirles para intentar alejarse y huir del cono de gravedad del Paladín para
saltar al hiperespacio.
- Eso sería inútil - replicó Krooz -. No. Sin duda van a intentar atacar al Paladín.
Krooz se acercó a un transmisor.
- ¿Paladín? Aquí el capitán Krooz, del Sombra Gris.
- Al habla el capitán Torkel.
- Capitán, disponga sus armas para barrer el espacio a su alrededor. Tengo razones
para sospechar que el carguero que andaba por aquí se ha camuflado e intenta atacarles.
- Bien, capitán. Formaremos una esfera con nuestros turbolásers excluyéndoles a
ustedes.
El capitán Krooz cortó la transmisión y se acercó a un ventanal desde el que se
divisaba al Paladín.
Sin duda aquellos bandidos estaban demostrando ser más ingeniosos de lo que había
esperado.
Ender acercó el Anaconda a velocidad de ataque sobre el puente del crucero de
interdicción. Sabía que no podía perder ni un segundo pues estaba iluminando una de las
torres generadoras de escudo para fijar el blanco de sus torpedos y los tripulantes del
crucero ya debían estar alertados de esta amenaza por sus sensores.
- ¿Qué ocurre, Ender? - preguntó Rai -. ¿Por qué han dejado de dispararnos?
Ender se permitió una sonrisa torcida.
- He activado el dathedi, mi camuflaje haladoriano. No aguantará mucho rato y además
he de desactivarlo si quiero disparar los torpedos así que tenemos poco tiempo. Cuando
yo te diga aprieta ese botón de ahí.
- ¿Este?
- Ese mismo. Eso nos dará un poco más de margen.
El zumbido discontinuo del ordenador de puntería se convirtió en un pitido estridente
avisando de que los torpedos habían fijado su blanco.
- ¡Ahora!
Ender desconectó el dathedi y lanzó sus dos torpedos contra la torre. Inmediatamente
giró para dirigirse a la otra torre.
Rai pulsó el botón que Ender le había indicado. Como resultado, un diluvio de virutas
surgió de la popa del Anaconda. Con suerte, las tiras metálicas confundirían los sensores
imperiales mientras él terminaba el trabajo.
- El blanco ha reaparecido en nuestras pantallas sobre el puente del Paladín, capitán.
Pero ahora acaba de soltar contramedidas.
- No importa. No podrá volver a camuflarse. He cambiado de opinión. ¡Quiero a esos
piratas vivos! ¡Den la orden al Paladín de que capture la nave con un rayo de tracción!
Ender sabía que no tendría tiempo de fijar el nuevo blanco a la velocidad y distancia a
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